Cada vez que comienzo un dibujo siento que emprendo un viaje sin itinerario planeado ni fecha de regreso decidida. Normalmente empiezo con un movimiento de papel totalmente casual e impulsivo. Otras veces parto de una forma o material que proviene de una experiencia previa. Dentro de la planta 3 del Centro Huarte, este estímulo inicial han sido dos franjas grises pintadas sobre la pared. Las decisiones que se suceden después son intuitivas e inmediatas. Cada vez que trazo una línea, creo un doblez o encuentro una esquina sobre la pared se me presentan una serie infinita de posibilidades: ¿cambio de dirección o descubro un espacio en blanco?, ¿superpongo un plano nuevo o continúo con cinta del mismo color?, ¿dejo que el papel caiga hacia abajo o lo elevo hasta el techo? Siempre me han fascinado las situaciones con alternativas múltiples y cómo el optar sólo por una de ellas puede conducir a un resultado completamente diferente al que nos hubiese llevado cualquier otra. Tal vez por este motivo me resulta tan emocionante escoger a la ligera, improvisando sin saber qué va a ocurrir. Vivo mis dibujos como aventuras en las que una marca conduce a la siguiente, al margen de cualquier preocupación por el resultado final. Como viajera dibujante, elijo perder el control y dejarme llevar por el proceso.